Había una mujer que vivía sola en un pueblito pequeño. No tenía familia, amigos, solo su casa y su hobbie, el resolver rompecabezas, no era solo su más grande pasión si no también una obsesión. Se sentía orgullosa de completar cada rompecabezas que cayera en sus manos. Pero llego un momento en que ya no había rompecabezas que completar…
Un día, mientras iba de compras, paso por una venta de garage, mirando la mercancia se encontró con una caja sencilla que tenia escrito “rompecabezas” en la tapa. Terriblemente emocionada ante la posibilidad de terminar un nuevo rompecabezas, le pregunto al dueño cuanto pedía por él, este se asombro de que la mujer hubiera encontrado la caja y se la quito, negándose rotundamente a venderla, la tomo y la puso de nuevo en el garaje. La mujer trato en vano de convencer al hombre y finalmente se canso de discutir y decidió esperar a que el hombre se descuidara para luego robarse el rompecabezas. Cuando esto ocurrió, se apresuro a tomar la caja y corrió hasta su casa.
Una vez en su hogar, se sentía más animada. Tenía un nuevo rompecabezas y no esperaba la hora para empezar a armarlo.
La mujer empezó como todo el mundo, armando los bordes primero. Mientras colocaba las piezas en su lugar, noto que la imagen que aparecía en el rompecabezas era parecida a la de su sala. Intrigada, siguió armándolo y mientras avanzaba, noto que aparecía su mesa del comedor y sus sillas. La mujer continúo uniendo las piezas hasta que se dio cuenta de que la mujer que aparecía en el centro del rompecabezas era ella. Temerosa, coloco la última pieza del rompecabezas, la ventana detrás de ella. La mujer se quedo petrificada, mirando el rompecabezas, pues en la imagen de la ventana veía la cara de un hombre mirándola.
Lo último que la mujer escucho fue el sonido del vidrio rompiéndose…
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